Había una vez una nuez. Y dos. Y tres.
Y muchas, muchísimas mas todas colgaditas de un enorme árbol-mamá.
Pero la nuez que yo digo era una nuez distinta. en lugar de tener un traje marrón, como todas sus hermanas, había nacido llena de pintitas doradas.
Y cuando el señor viento corría entre las ramas, ella se hamacaba.
Y muy de mañanita, no hacia mas que charlar, charlar y charlar.
¿Con quien? ¡Ah, no sé! Con un gusanito que paseaba por el tronco. Con una mariposa coqueta y primorosa. Con...¡Con todos!
Menos con sus hermanas, que eran toditas iguales y toditas aburridas.
un día vinieron unos hombres, las sacaron de su árbol-mamá.
_¡Ay!_ dijo la nuecesita. Y se encontró encerrada en una gran bolsa.
_¡Socoooorroooo! ¡Quiero saliiiiir! ¡Me ahogo!_gritaba con voz de nuececilla asustada. Pero nada. Nadie la oía. Excepto sus hermanas que decían:
_¡Shhhhhhhh!
Después las depositaron todas juntas en un gran barril. Y allí se quedaron, al sol, por un tiempo.
Pero nuestra nuez del cuento no quería quedarse allí, todo el día quieta sin hacer nada.
_Si pudiera recorrer el mundo, ver qué pasa afuera...
_Suspiraba.
Hasta que un día Jorgito se acercó al barril, miró las nueces que allí estaban...
_Esta sí, esta no; ¡Con esta me quedo yo!
Y eligió justo, justito la nuez con pintitas doradas.
_¡Qué hermosa y qué rara!_exclamó.
La nuececilla sintió una cosquilla y se puso colorada por medio minutito.
Y ¡Tac! Jorgito la partió.
_¡Ayyyyyy!_ se quejó la nuez. Pero el niño no la escuchó. Saboreó la pulpa aceitosa y ya iba a tirar las cáscaras, cuando se acordó que la maestra les había dicho:
_Traigan material para fabricar barquitos. Mañana haremos barquitos.
Jorgito la miró, la estudió y se decidió: ¡Transformaría a la cascarita de nuez en una pequeña embarcación!
Y dicho y hecho.
Ya en clase, le puso un escarbadientes en el medio y un pedacito de papel de color como vela, donde escribió (con ayudita):
Para mi querida abuela.
La cascarita de nuez con pintitas doradas fue a parar a las manos cariñosas de una abuelita.
_¡Qué hermoso barco, Jorgito!
Y con mucho cuidado depositó a la cascarita de nuez transformada en barquito, sobre un mueble del comedor, desde donde la nuececilla puede contemplar el mundo y ¡Ya es parte de la familia!.
Fin
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